martes, 17 de marzo de 2009

Sangre tibia.




Original para "Retos Ilustrados".
Carta: Oscurismo.
Tabla Nº1: Sangre, suicidio y muerte.


Llevaba dos semanas sin moverse de la cama mas que para ir al baño. Se encontraba muy débil. A pesar de estar en pleno agosto tenía mucho frío, se pasaba todo el rato tiritando.


Su mirada estaba perdida. La boca abierta. Sin moverse. Muchos familiares y amigos habían ido a visitarla, mas todos se iban, nadie se quedaba. Salvo ella, su hermana ella siempre la cuidaba. Siempre estaba a su lado, pasase lo que pasase. Desde que ella era una niña de apenas cinco años, siempre cuidaba de su hermana mayor, la que estaba ahora en la cama.

La enferma abrió los ojos. Había despertado de un sueño. Una pesadilla, pero ella estaba allí.


— Hermana. — Dijo con voz débil aquella que se encontraba tumbada entre blancas sábanas.

— Dime, Nuria. — Nuria notó algo extraño en la voz. No reconocía ese frío sonido como la voz de su dulce hermana. Serían alucinaciones a causa de la enfermedad.

— Necesito ir al baño.

— Ahora te llevo. — Cogió a Nuria del brazo. ¿En verdad era aquel gélido brazo el de su hermana? Últimamente le parecía que los cuerpos ajenos estaban ardiendo, pues el suyo estaba helado. ¿Cómo era, pues, qué notaba algo frío? "Todo es culpa de la enfermedad". Se repetía eso en su mente, pero no conseguía quitarse esa extraña sensación, la de que no era su hermana.

Cargó con Nuria hasta el baño y la dejó apoyada en el taburete que había en este. Su hermana se había ido. Estaba sola en el baño. Se quedó mirando las losas olivas del techo. No, no las estaba mirando. Simplemente tenía la mirada perdida, estaba perdida en sus pensamientos.

El sonido del caer de unas gotas la trajo de nuevo a la realidad. Pestañeo varias veces y dirigió su cansada vista hacia el lugar del que parecía provenir el sonido. Había un bulto colgando del techo. Se acercó lentamente, arrastrándose por el suelo. Seguían cayendo las gotas. Una de ellas salpicó y mancho su blanca mejilla. "¿Qué es?" Lo veía todo difuminado, Palpó el oscuro líquido con sus dedos. No conseguía distinguir el color, perecía… ¿granate?

Acercó los huesudos dedos a su nariz. Olía a óxido y a… a sal. Abrió los ojos como platos. Contempló horrorizada su mano. Era sangre.

Desde pequeña le había horrorizado la sangre. Todo se debía a la noche en la que volvió de jugar en el campo.

— ¡Hermana! Hermana, ¿dónde estás?

— ¡Estoy aquí, Nuria!

— ¿Estás bien? Tardabas mucho en regresar, mamá estaba preocupada y me mandó a buscarte — dijo mientras se acercaba a ella entre las altas hierbas secas. Escondida en entre el trigo seco se encontraba su hermana, cogiendo unas flores de color violeta.

— Estaba cogiendo unas flores para el jarrón del salón. ¿Sabes cómo se llaman, Nuria?

— Creo que son orquídeas, pero no estoy segura. Vamos a casa, ¡seguro qué mamá lo sabe! — cogía la mano a su hermana para ayudarla a levantarse y fueron corriendo en dirección a la casa en la que estaban pasando las vacaciones.

El hueco sonido de sus pies al pisar la madera era lo único que se oía en la casa. Habían dejado la puerta de entrada abierta, una ráfaga de viento las alborotó el cabello e hizo ondear sus blancos vestidos de lino.

— ¡Mamá, ya hemos vuelto! — Nuria se quedó mirando el pasillo mientras su hermana se ocultaba tímidamente tras ella, se olía que la regañarían. Al no haber respuesta, Nuria, volvió a dar una voz. — ¡Mamá, papá, ya hemos vuelto!

Unos minutos de angustioso silencio inundaron la casa. Las niñas estaban asustadas, ¿dónde estaban sus padres? El repiqueteo de unos pasos arriba las hizo recuperar la alegría. Subieron raudas las escaleras y se acercaron a la habitación cuya puerta estaba abierta.

— Mamá, ya he encontrado…— Nuria calló unos segundos para luego proferir un agudo grito de error.

Sobre un suelo bañado en sangre se encontraban los cadáveres de sus padres. Su madre se encontraba en el suelo, los ojos desfigurados por el horror. La boca abierta. El cuerpo ladeado. Su vestido blanco de estampado floral había sido teñido por el rojo. Tenía un brazo bajo su cuerpo y el otro con numerosas marcas de haber sido apuñalado. Aún tenía un puñal en su vientre.

Su padre se encontraba con las manos clavadas sobre el lugar en el que un día estuvo su cabeza. Esta estaba a unos pasos de distancia, aún se balanceaba de un lado a otro. El desprendimiento de la cabeza del cuerpo era lo que habían confundido antes con el sonido de los pasos.

Nuria cayó sobre sus rodillas y apoyó las manos en el suelo. No podía apartar la vista de aquella horrible escena. El sonido de algo que caía a sus espaldas la hizo volver en si. Su hermana se había desmayado, Nuria rompió a llorar. Nunca olvidaría aquel olor que impregnaba la habitación y las ropas de sus padres.

Desde entonces siempre había sentido temor hacia esa sustancia. El recordar el asesinato de su progenitores no había ayudado en absoluto en la situación en la que se encontraba, es más, lo empeoró.

Alzó la cabeza para ver de donde salía la sangre. Colgando del techo estaba su hermana, muerta. ¿Acaso era aquello una alucinación por la enfermedad? No, era real. Pero, ¿cómo era posible?, su hermana la había acompañado al baño hace un minuto.

Se incorporó para ver más de cerca el cuerpo. Podía ser que no fuese su hermana. Estaba perdiendo la vista, era posible que se hubiera equivocado. Volteó la masa colgante para contemplar la cara del muerto. No había duda, era su hermana.

Un chillido recorrió la casa. Alguien sonreía sádicamente. Una habitación bañada en sangre. Un muerto. Una sensación de Dèja vu.
Nuria estaba sentada en el frío suelo cuando se abrió la puerta dejando ver a la que se hacía pasar por su hermana.

— Has tardado más de lo que esperaba en descubrirlo, Nuria.

— ¿Quién eres tú? — tartamudeó en un susurro la enferma.

— ¿Ya lo has olvidado?, ¿has olvidado el motivo por el que tus padres fueron asesinados?, ¿has olvidado el rostro de aquella qué los asesinó?

¿Por qué fueron asesinados sus padres?, ¿acaso hubo un motivo? Intentó recordar, mas no podía. Además, ella nunca vio el rostro del asesino. Cuando llegaron no había nadie en la casa. Sólo silencio.

— Veo que no lo recuerdas. Tus padres fueron asesinados porque se creía que eran los últimos cazadores de vampiros. No se sabía nada de vosotras. Ahora que se os ha descubierto el consejo ha ordenado vuestra caza y captura para que no queden más.

¿Vampiros?, ¿qué sandeces la estaba contando esa loca?

— Fuiste tú, ¿verdad?

— Sí, Nuria. Así es.

La rabia dio nuevas fuerzas a Nuria. Llevada por la ira se abalanzó sin pensar contra su atacante. Esta reaccionó al momento clavándole una espada en el lado izquierdo de su vientre.

— Nunca te dejes llevar por la ira, eso no sirve. Por si te interesa saberlo, tu hermana falleció hace dos días, me sorprende que la reconocieras. Se había pensado mataros juntas, pero tu hermana me descubrió y decidí cambiar el plan— una vez dicho esto la asesina se marchó por donde había venido, dejando a Nuria moribunda y sola.

Comenzó a vomitar sangre. La sangre estaba tibia. El contacto de la sangre con su piel la hizo sentir calor por primera vez en mucho tiempo. Al final, por fin tenía calor.
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Fin

2 comentarios:

  1. No me gusta el número cero...no no
    La sangre tibia es algo repulsivo, pero te ha quedado muy guay a ti...pero triste, realmente no me subes el ánimo, pero da igual...está bien escrito.

    Besos mi renita

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