lunes, 30 de marzo de 2009

Paz, por fín paz.

Original para retos ilustrados.
Carta: Oscurismo.
Tabla: Nº1; Sangre, suicidio y muerte.


Inspiré profundamente y abrí los ojos. Frente a mi, un gran techo blanco es lo que veía. Se respiraba un ambiente de tranquilo. La rítmica respiración de alguien a mi lado, el suave murmullo del viento, el romper de las olas en el acantilado… Todo hacía pensar que era un día apacible en el que nadie tenía problemas. Yo estaba en la cama de un hospital desde hace tres meses. Mis padres cuidaban de mi y mi hermano también.

Tenía una enfermedad que no me mataría pero me hacía sufrir mucho. Los médicos no sabían que enfermedad era con certeza. Cada hora me daban calmantes, morfina o me anestesiaban, pero me dolía mucho, daba igual lo que hiciese.

Había pedido que me mataran, para vivir así prefería morir. Mis padres se negaron, no había nada que hacer. Me pasaría el resto de mi vida en una cama de hospital, con heridas que surgían en mi piel sin motivo, con huesos que se me rompen solos, con dolor.

Mi hermano trató de convencer a mis padres, mas fue en vano. Nunca cambiaban de opinión y preferían ver a su hija sufriendo antes que perderla. Aunque eran mis padres no podía dejar de pensar en que era egoísta por su parte, pero ¿qué podría hacer yo contra ellos?

Entonces tuve una idea. A mi lado estaba mi hermano, durmiendo plácidamente.

— Daniel, hoy es martes, ¿no?

— Así es, dentro de un rato vendrán con la silla de ruedas para que puedas ir a dar un paseo.

Bien, ahora todo estaba listo. Si contaba con la ayuda de mi hermano conseguiría tener paz.

— Daniel, llévame a la tumba del abuelo— se quedó mirándome sin comprender. — Quiero que me lleves allí y que me mates, así podré descansar y tener paz.

— Entiendo, cuando vengan te llevaré.

No sé muy bien cómo, pero mi hermano se las apañó para salir del hospital sin que no nos dijesen nada. El dolor era insoportable sin la medicación, así que me dormí.

La voz de mi hermano me despertó, habíamos llegado. Escribo esto sobre la tierra en la que mi abuelo está enterrado, en un trozo de mi diario. Probablemente encontrarán esto junto a mi cuerpo inerte. Sólo puedo acabar este diario con unas palabras:

Al fin, por fin paz.

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